La Realidad Estupefaciente

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La Realidad Estupefaciente

Bitácora personal para la investigación exhaustiva de los aspectos estupefacientes de la Realidad.Observatorio político para el seguimiento de la evolución de la guerra eterna entre el Bien y el Mal.Foro unipersonal que aboga por la consecución de un frikismo cartesiano, racional e ilustrado

30.9.22

Cómic: ¡García!, de Santiago García y Luis Bustos, Roberto Alcázar y Pedrín y Un asunto privado

Como alguna vez he explicado, yo de niño en aquellos lejanos tiempos del mercado editorial español leía sin prejuicio alguno cualquier cosa que tuviese viñetas. No es que no tuviese criterio alguno y me diese igual una cosa que otra, algunas me gustaban más y otras menos, pero a mí me ponían papeles con dibujitos en ellos y yo tan feliz: las versiones europeas de los personajes Disney de Don Miki, comics de aventuras italianos que entonces no sabíamos que se llamaban fumetti, todo lo que nos llegaba de la línea clara francobelga, por supuesto los superhéroes sin tasa ni conocimiento, clásicos adultos de las tiras de prensa y, cómo no, todos los tebeos en clave infantil y humor de lo que se conocía como la escuela Bruguera, sin olvidar lo que ahora llamamos "tebeo clásico español", toda una serie de personajes que se publicaron a partir de la posguerra y que dieron lugar a colecciones que tuvieron un éxito enorme, ya que en aquellos tiempos cualquier niño que tuviese a su disposición un kiosco cercano y unos pocos céntimos leía sin excepción aquellos cuadernillos apaisados de pocas páginas e impresión cutrísima a blanco y negro, llenos de aventuras en un tiempo en el que la televisión todavía no era omnipresente. Esto explica que los títulos más exitosos vendían cientos de miles de ejemplares, sin exagerar, aunque por desgracia eso no hizo precisamente ricos a sus autores, contratados en condiciones que hacían parecer a algunos de los profesionales de DC y Marvel de la época como privilegiados. Los títulos más famosos le suenan a casi todo el mundo: El Guerrero del Antifaz, El Capitán Trueno, El Jabato, y dentro de una ambientación contemporánea la más famosa y longeva de esas colecciones fue Roberto Alcázar y Pedrín, publicada de 1941 a 1976. Mi generación no conoció la publicación original de esos personajes, pero se seguían reeditando con bastante aceptación en versiones coloreadas y en muchos casos censuradas para rebajarles el nivel de violencia o para reinterpretar algún pasaje ambiguo que se había colado en tiempos, paradójicamente, que se consideraban más represivos.


Hace ya muchos años, antes de los blogs, en un fanzine me preguntaba yo si estos personajes tenían de algún modo alguna remisión en los tiempos que corren, y si se les podía dar una nueva vida. La respuesta que apuntaba ya entonces es que difícilmente. Aunque es fácil descalificarlos porque, no nos engañemos, salvo en contadas ocasiones eran realmente buenos, y no por ineptitud manifiesta de sus autores, sino por las imposiciones editoriales que obligaban a una simplicidad casi oligofrénica de los guiones, y unos plazos de entrega y unas tarifas que en algunas ocasiones forzaban a los dibujantes a entregar lo que eran poco más que bocetos, y a eso se le une que forzosamente reflejaban una sociedad, la franquista, a la que le gustaba presentar la realidad en tonos muy poco sutiles de blanco y negro, como eran los interiores de aquellos fasciculillos que se vendían en un papel de muy mala calidad y a un precio irrisorio. Sin embargo, pasado ya el tiempo y alejándonos de las décadas inmediatas en las que esos títulos dejaron de editarse, cuando fueron desdeñados sumariamente en bloque, puede decirse que obviamente nos pueden sonar rancios en algunas cosas, e insensibles para algunos de los temas que hoy día están en boca de todos, pero tampoco son un manual para ser fascistas, la violencia desproporcionada y gratuita es idéntica a la de productos similares de otros países y leídos con ironía y cachondeo pueden ser disfrutables si nos los tomamos como lo que son o lo que fueron, un puro producto de entretenimiento necesariamente cargado de la ideología de la época. Nada que no nos suene: el Universo Marvel comienza porque Reed Richards es un científico irresponsable que prefiere lanzar su nave al espacio sin haberla protegido correctamente de los rayos cósmicos, y de paso lía a su mejor amigo, a su propia novia y al hermano menor de edad de esta, por la sencilla razón de que si no logran a tiempo su hazaña quizá se les adelanten los rusos, y eso no se podía consentir.

El típico coloreado de la época. Gomitivo. Ponen a un rubio sobre fondo amarillo y tan tranquilos.
Esta etapa del cómic español, que algunos conocimos ya cuando estaba en declive o sencillamente estaba empezando a desaparecer, presenta varias características que provocaron su desaparición. Por un lado, como ya se dijo, una clara falta de calidad media, y la competencia de otros productos estadounidenses y europeos con los que tenía que compararse, además de otras alternativas de ocio y una televisión que empezaba a emitir durante todo el día. De todos modos también habría que recordar que igual que en los USA tuvieron a su doctor Wertham, su Comics Code y el hundimiento de EC Comics, en la España del tardofranquismo donde todo se suponía que debía estar atado y bien atado tuvimos nuestro equivalente, la Comisión de Información y Publicaciones Infantiles y Juveniles que en los últimos años de los 1960 recrudeció la censura en las publicaciones dedicadas al público joven hasta 1978, por lo que durante varios años no se publicaron superhéroes en España ("¡Ideologííííía!", como diría Hugo Chávez), y que para sorpresa de nadie estaba dirigida por un sacerdote dominico. Esta comisión y su injerencia en los asuntos de las editoriales condujeron en parte a que esa etapa del comic español involucionara y no fuese capaz de competir contra productos que nos llegaban sin tener que aguantar tanta tontería. En el caso de la Editorial Valenciana, la editora de Roberto Alcázar, se atribuyen sus desgracias y posterior desaparición a esa comisión y en particular a María Consuelo Reyna, una periodista todavía en activo que practicó con especial celo su labor censora.
La filosofía vital del título: "Todo vale pal convento".

Visto ahora este título, como ya he dicho, y tomándolo sin demasiados prejuicios, podemos decir con el mismo guionista del cómic del que vamos a hablar, y que a la vez lo parodia y homenajea, que a lo largo de sus muchas décadas de existencia fue básicamente un despiporre en el que los personajes, con su protagonistasupuestamente un periodista o miembro de la Interpol, van cambiando de escenario geográfico de forma prodigiosa, de un continente a otro, pasando por todo tipo de tópicos de historias de aventuras desenfrenadas: tribus de reductores de cabezas, aventuras entre los indios de las películas como si todavía nos encontrásemos en el siglo XIX, villanos asiáticos a lo Fu-Manchú, mentes maestras con poderes mesmerizadoresque amenazan con conquistar el mundo y que parecen sacados del pulp, revoluciones bananeras, aventuras de ciencia ficción con platillos volantes, castillos encantados con hombres lobo o frankensteins a tutiplén, y un montón de locuras más en las que por supuesto ni están ni se les espera ninguna corrección política, ninguna sensibilidad racial o cultural ni ninguna concesión a lo que no sea que la aventurilla, plagada de mamporros y tiros, acabe con la victoria de los personajes titulares, que no es muy difícil identificar con una versión hispana de Batman y Robin, aunque la fecha de creación de los personajes, demasiado cercana a la de Batman, seguramente impide que nos podamos creer que hubo algún tipo de inspiración, así que tendríamos que hablar en todo caso de evolución convergente, como los pingüinos de ambos polos. Y, del mismo modo que no se entiende del todo bien a Batman sin Robin, Roberto Alcázar, el típico héroe hierático que nunca se despeina o pierde los papeles ni cuando lo torturan o cuando una femme fatale intenta que sucumba a sus encantos, sólo puede ser soportable con uno de los personajes más sublimemente odiables, a la vez que disfrutables, que es Pedrín, un niño de unos once o doce años que es un Robin puesto de coca y speed hasta las trancas y al que Roberto Alcázar difícilmente puede controlar porque es, básicamente, un puto sádico que goza como nadie dejando inconscientes a los malhechores y secuaces de toda laya con su inefable cachiporra, que suele utilizar a traición y por la espalda, a la vez que suelta alguna de sus invectivas tipo "¡Chúpate esta!", o "¡A dormir, tío feo!", así como otras muestra de desprecio por las personas a las que está apalizando, cuando no les apunta con armas de fuego que nunca tiene el más mínimo problema en utilizar, e incluso de forma precoz se permite soltarle algún piropo a alguna periquita que, nos sospechamos, fuma. El puto niño rubio, mucho antes que Bart Simpson, fue la verdadera catarsis del mundo infantil ya que se suponía que era el personaje con el que un público de corta edad que compraba estos tebeos se debía identificar, pero en realidad era una fuerza de la naturaleza que podía desatar toda su agresividad y ganas de zurrar a los adultos sin ninguna consecuencia más que a él también le zurrasen de lo lindo de vez en cuando. No, Pedrín no era un personaje que encarnase la pureza y la inocencia; era un cabrón con pintas, una mala bestia salida de los pozos de infierno. Imaginaos lo que era eso en una España en la que todavía se le besaba el anillo a los curas, a los padres todavía se les llamaba de usted y a los niños se les decía básicamente que su único derecho era callar la boca y obedecer en todo momento a los mayores, que cuando fuesen padres ya comerían huevos.

La agresión a personas indefensas como una forma de arte. Conferencia en nuestro taller de iniciación al BDSM hoy a las 19:00 horas.


Ejecución sumaria a quemarropa. Teoría y práctica.

¡Come bocadillo de nudillos, pasmao!

Concédete un capricho. Mata a alguien.

Tal fue la importancia cultural y el seguimiento de esta colección que, aunque ya está en desuso, y quizá algunos no sepan de dónde viene, en el español peninsular todavía se puede oír la exclamación "¡Ostras, Pedrín!" para mostrar sorpresa ante un acontecimiento inesperado o que ha salido de forma poco propicia, e incluso se llegó a comentar en toda España cuando por fin el mismo Pedrín empezó a utilizar pantalones largos, así que ya se suponía que se había hecho algo mayor. Otra expresión castiza, seguramente ya en retroceso, y que proviene del mundo de las viñetas, es el proverbial "Te tengo más visto que el TBO", referido a la publicación que llevaba por nombre esas siglas y que pasó por metonimia a tebeo, la forma más clásica de referirse a la historieta en España, algo que ocurrió análogamente en Brasil donde a todos los tebeos se les conoce como gibis. Supongo que lo de "más visto que" se refería a la costumbre que todos recordamos de haber leído mil y una vez los mismos tebeos, hasta el punto de conocérnoslos de memoria.

Así pues, tal como ya pensé hace años en aquel fanzine, y habiéndose producido una ruptura en la que durante muchos años todos estos personajes no pudieron evolucionar, si es que en todo caso podrían haberlo hecho, y con sus antiguas aventuras anquilosadas en el tiempo y sólo para interesados en aquella época y que quieran hacer una lectura desprejuiciada, posiblemente la única opción es que estos clásicos de décadas ya bastante lejanas se queden para eso, para un estudio analítico y como curiosidad o afición de los muy cafeteros.

Pero hay otra opción, que es la que estos dos autores nos ofrecieron a partir de 2015, una versión en la que, de momento en tres entregas, y más por salir, se nos ofrece una obra que en ningún momento oculta que es eso, una parodia y homenaje a Roberto Alcázar, pero con todos los elementos del cómic moderno, formato de novela gráfica y por supuesto con una mirada crítica al pasado. García, nombre en clave de un operativo del franquismo, lleva desaparecido desde 1961, y a diferencia del muy humano Roberto Alcázar posee una fuerza sobrehumana y unos poderes que recuerdan a los del suero del supersoldado, y de hecho cuando reaparece es tras despertar en una base secreta retrofuturista que inmediatamente sabemos que es un proyecto secreto del franquismo y que está nada menos que debajo del Valle de los Caídos, que en su subsuelo oculta un gigantesco complejo de laboratorios y archivos que ríase usted de los de Hydra.

Por si fuera poco hay continuas referencias a la política actual: sabemos que el antiguo acompañante de García, un niño llamado Jaimito, es ahora el jefe de las cloacas del Estado y de sus servicios más que secretos, por supuesto el presidente del gobierno es Mariano Rajoy aunque no se diga su nombre y hay un líder de izquierdas que recuerda poderosamente a Pablo Iglesias. En los dos primeros tomos veremos el regreso de García a un mundo que no comprende después de haber estado hibernado cincuenta años, cómo recibe ayuda de la hija de su antiguo compañero Jaimito, ahora don Jaime, y veremos aparecer a sosias de varios políticos o periodistas como Federico Jiménez Losantos. En el tercer tomo, con García ya algo más asentado en el mundo moderno, y para no dejar de pisar charcos, la acción pasa de Madrid a Cataluña, donde hay una conspiración que deja pequeña al Procés, y que involucra el típico tropo danbrowntiano de heredero legítimo de un tiempo histórico fundacional, en este caso a partir de una conjura del siglo XIV que desvirtuó el Compromiso de Caspe. También hay que decir que, aunque el cómic sea tan reciente, empezado a publicar en 2015, muchos de los personajes parodiados, como Albert Rivera, han desaparecido ya del mapa, y en pocos años seguramente ¡García! parezca que tiene referencias muy viejas, pero así de trepidante es la historia política reciente y los mismos autores declararon que tenían ya la sensación, cuando estaban realizando su obra, de que los estaba pillando el toro de los acontecimientos recientes.

García haciéndose un Sin City.


Por si no hubiese razones suficientes para amar este cómic, por si fuera poco los dos autores son de los nuestros.

El cómic es muy divertido de leer, y la trama muy interesante, pero lo que de verdad sorprende es cómo pese a que tanto el tema como el personaje y la época en la que este vivió sus supuestas primeras aventuras darían lugar a una historia muy maniquea, los autores se las apañan para conseguir todo lo contrario. No me entendáis mal, no pretenden ser equidistaníes, pero tratan con respeto al personaje de García, que no deja de ser un peón de un régimen y que pese a ser un señoro anticuado y que cree que los chistes machistas de lo más rancio siguen siendo graciosos a la vez se comporta como una persona educada, es de una integridad intachable y a pesar del golpe inicial de encontrarse cincuenta años en el futuro intenta comprender la sociedad en la que se ha convertido España sin necesidad de ser un remedo de Martínez el Facha, e incluso cierta ingenuidad del personaje destaca todavía más si cabe en un entorno de corrupción política en el que nadie dice la verdad ni muestra sus verdaderos colores ni por quivocación. Además, recordemos, la serie de sus aventuras no han terminado todavía, y ya se han sembrado dudas sobre cómo y dónde combatió en la Guerra Civil y cuál es la relación con su némesis, otro personaje a modo de supervillano arquetípico que parece sacado de un cómic de superhéroes o del catálogo del mismo Roberto Alcázar, y que estaba criogenizado como el protagonista. Así que paciencia.

En definitiva una obra que se sostiene con brillantez por sí misma pero que a la vez abraza lo más aprovechable de la historia nacional del tebeo español, haciéndole un sentido homenaje. Ojalá el ejemplo cunda.

Y también, ya puestos, que cunda el ejemplo de tomar buenas obras hechas en el país para pasarlas a otros formatos. La todopoderosa HBO (ya sabéis, la que muchos creen que inventó las tetas), ha decidido hacer una adaptación de ¡García! que la verdad es que de momento pinta muy bien. Veremos luego lo que sale.


Como se puede ver, la idea principal se respeta y se confía en el producto final y en la capacidad del espectador para entender lo que está viendo.


Podríamos decir que en esta serie de Amazon Prime, ambientada en los años 1940 nada menos que en Vigo, optan por todo lo contrario. Aunque en algunos aspectos la serie es solvente, y nadie duda de la belleza y capacidad de actuar de Aura Garrido, o de su química en pantalla con Jean Reno, que ejerce mitad de Watson, un cuarto del Alfred de Batman y otro cuarto del Picaporte de Phileas Fogg, la serie transcurre en un limbo histórico que es aterrador. Si vemos la lista de idiomas a la que ha sido doblada la serie, entre las que se encuentra el turco y otros idiomas del lejano oriente, como es típico en la plataforma de Jeff Bezos, está claro que se quiere hacer un producto estándar estéticamente bello pero neutro que apele a una época glamurosa, mitad del siglo XX europeo, con hermosos vestidos, lujosos coches de diseño antiguo y, como era de esperar, una especie de mensaje estereotipado "feminista ma non tropo" en el que la protagonista se queja continuamente de que no pudo ser policía como su padre y hermano mayor, con lo lista que es ella. Luego veremos que en la serie básicamente hace lo que le viene en gana sin demasiados problemas, básicamente porque es una señorita de familia bien que puede dedicarse a sus aficiones diletantes, y todos los desmanes que va cometiendo en sus aventuras quedan siempre en nada porque es la protagonista, ni más ni menos.

Probablemente sea una serie muy disfrutable para casi cualquier habitante del planeta menos para un español que conozca un poco la historia reciente de su país, porque transcurre todo en una dimensión paralela en la que no existe un régimen político llamado franquismo. En esa época, con Truman de presidente, España no se había recuperado ni de lejos de la Guerra Civil, era la época más amarga de la dictadura cuando todavía había miles de presos políticos, estaba todavía en la memoria de todos la Causa General y se producían ejecuciones y persecuciones políticas, sin olvidar la existencia de los maquis que seguían la guerra por su cuenta. A diferencia de la serie, en la que vemos a todo el mundo vestido de punta en blanco, con magníficos coches y fiestas a las que se va con traje de gala, es la época del estraperlo y de las cartillas de racionamiento, así que eso de ir a modernas y preciosas boutiques llenas de género en una ciudad que no era ni capital de provincia es ciencia ficción o alta fantasía de la buena. No vemos ni una bandera española, ni siquiera en los edificios oficiales, cuando en la época las pancartas con soflamas que invitaban a la adhesión al régimen eran omnipresentes, y ni siquiera en las comisarías vemos una mísera foto del Caudillo por la Gracia de Dios, o ya puestos a decirlo todo, un crucifijo. Dicho de otra manera: si la familia de la protagonista es de policías desde hace generaciones, su padre era un afamado comisario de policía y su hermano es ahora un hombre de confianza del instituto armado, es porque su familia es franquista hasta las trancas, muy franquista y mucho franquista. Seguramente ella también, aunque como toda la serie transcurre en ese vació político nunca lo sabremos. Por otro lado el personaje principal es absolutamente incoherente en algunas cosas, habla respecto a algunas cosas como si viviese cuarenta años después de su época y por ejemplo al entrar en unmeubléo casa de citas con juguetes sexuales y otros objetos de depravación en vez de reaccionar como una mujer española soltera y de buena familia se pone a soltar chascarrillos como si fuera una amiga de Indiana Jones de vuelta de todo. No me cuadra.

En toda la serie se dice, sólo, una frase en gallego, supongo que para que nadie diga que no se dice ninguna. Ya sabéis, si salen elfos lo lógico es que hablen élfico, y si hacemos una serie que transcurre la mitad de sus minutos en USA todo el mundo a hablar en inglés, pero a mitad del siglo XX en Vigo y otras localidades gallegas hasta el último pescador o vendedor ambulante habla en un correctísimo español sin acento alguno, lo más natural del mundo. Paradójicamente, la serie está doblada al gallego, que en el caso de El señor de los anillos de Avellaneda tiene su gracia, pero en este caso ya ves qué puñetera falta hace. Pero tampoco nos tenemos que extrañar demasiado de ese detalle lingüístico que puede provocar una reflexión de ese tipo en cuatro mal contados, porque esta serie es eso, un contenedor hueco con la típica historia de asesino sistemático, las comisarías son asépticas aunque de época, pero aquello igual podría ser Vigo que Praga, e igualmente intercambiables son algunas escenas o tropos, como cuando la aguerrida detective aficionada se encara con un policía (todos unos blandenques que habrían durado cinco minutos en una comisaría franquista), y lo amenaza con ir con lo que sabe a la prensa y que publiquen todo, lo que provocaría el consecuente escándalo, con lo que el poli, obviamente, achanta, como si eso fuese una película interpretada por Robert Redford en los años 1970. En el mundo real el madero franquista se habría reído hasta provocarse una fisura en una costilla y le habría respondido: "Sí, guapa, ve a la prensa. Cuéntaselo al Arriba, al ABC o a El Alcázar, y si quieres te paso la lista de cabeceras bajo el control de la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda, a ver si te hacen caso". Algunos abrimos los ojos de la sorpresa hasta parecernos a Gollum, pero el japonés que lo vea doblado a su idioma le dará exactamente igual y entenderá la escena como un tropo más porque el contexto histórico y social de la época no lo conoce ni de lejos y seguramente ni le importa.

-SuperSantiEgo

3 comentarios:

19.6.22

The F****ing Nicolas Cage Experience: Cara a cara, Con Air y El insoportable peso de un talento descomunal

Lo prometido es deuda entre las gentes de bien y tal como se dijo hace unas semanas nos presentamos a la maratón, o Cagetón, de películas de Nicolas Cage, a pesar de que como nos temíamos acabaríamos fritos de la espalda, que uno ya tiene una edad para según qué cosas y ya pasa demasiado tiempo seguido sentado entre semana, y sabía que eso podía ocurrir. Además en este caso, igual que en el Desembarco de Normandía, el Cagetón se desarrolló en dos frentes, y las mismas películas se vieron a la vez en Sevilla, presentadas por Paco Fox. Quizá algún día los fervientes defensores de la religión que reconoce a Nicolas Cage como nuestro Señor y Salvador organice watchparties con miles de personas, o acontecimientos de este tipo se celebren simultáneamente en cada capital de provincia, quién sabe. Algunos cultos destructivos empezaron con menos.


¿Quién es Nicolas Cage, sobrino de Coppola (el Francis Ford) y que se puso como apellido artístico el de uno de los primeros superhéroes negros de Marvel, también conocido como el Hombre Poder? Pues eso, un actor de talento descomunal que empezó su carrera en películas de prestigio pero ya de cierto tufillo peculiar, como Corazón salvaje, y que no sabemos si por convicción o pura conveniencia ha alternado papeles en producciones dramáticas de cierto calado se supone que artístico, como Leaving Las Vegas, con otras destinadas a ser puro entretenimiento y pensadas para convertirse en grandes taquillazos. Sea como fuere Nick se ha hinchado a trabajar desde que empezó en esto de la actuación, para hacernos una idea es de la misma quinta que los protagonistas de Friends, y a día de hoy es uno de los rostros más reconocibles de la cinematografía mundial. Desde 2009 su desenfrenada forma de vida y sus ostentosos gastos de todo tipo le pasaron factura, así como que, hablando en plata, sus administradores eran o inútiles o le sisaban, y por tanto entró en un período de crisis financiera que sin duda lo obligaron a meterse en proyectos de dudosa calidad que intentaban utilizar su nombre como gancho comercial, y en los que siempre él solía ser el único aliciente para ver la película. Porque Nick Cage ya es un género en sí mismo. Sólo por hablar de tiempos recientes Nicolas Cage es un titán que igual aparece con la misma convicción en un ñordo como Jiu Jitsu, de la que obviamente no hay más razón para verla sino que él está ahí, o se deja volar un güevo enPrisioneros de Ghostland vestido con un traje sadomaso, que participa con una muy contenida interpretación en El color que cayó del espacio, en rarezas como Pig o se dedica a parodiarse a sí mismo en una película metacinematográfica como es el caso que comentaremos al final.

Tal como explicó en una de las presentaciones Paco Cabezas, que lo dirigió en Tokarev, el mismo Nicolas Cage es un frikardo de marca mayor, algo que ya sabíamos porque siempre se dijo que era un flipado de los comics, el ya citado origen de su apellido artístico, su afición a las películas de género, que estuviese más que dispuesto a participar en la versión psicotrónica de finales de los 90 de Superman y que haya tenido los santos huevazos de hacer lo que algunos sólo sueñan: llamar a un hijo Kal-El, el nombre kryptoniano de ese superhéroe. Si a esto le añadimos que además fue el elegido para ser el Motorista Fantasma (qué queréis, a mí me gustan esas dos películas), o que se quitó la espinita poniéndole la voz a Superman en Teen Titans Go! todavía nos quedaríamos cortos. Porque si el amor es algo muy bonito, más bonito todavía es si es correspondido, y el amor que siente Nicolas Cage por la cultura de masas a la que él tanto ha contribuido es un amor correspondido. Nicolas Cage tiene devotos de su Arte con mayúscula por todo el mundo, y además se ha convertido, o más bien lo han hecho algunas de sus muecas, en un meme. Probablemente en un futuro lejano, cuando todos hayamos desaparecido, la gente todavía seguirá utilizando esas imágenes y dándose réplicas con algunos de los memes sacados de las películas de Nicolas Cage.


De un modo u otro nos sobrevivirá a todos.

En el caso que nos ocupa, y para hacer boca antes del estreno, se proyectaron dos películas de 1997 que se estrenaron con apenas dos semanas de diferencia, y que corresponden a la etapa en la que Cage se convirtió en uno de los actores mejor pagados de Jólibud, y que además corresponden a un período clásico del cine de acción en el que todavía no sobreabundaban los efectos especiales por ordenador, sino que todo se centraba en la espectacularidad de las explosiones reales y en las costaladas de impresión que se daban los especialistas para no afectar a la integridad física de los actores reales.

[Casi que no habría necesidad de decirlo para películas que tienen más de veinte años, pero tanto de estas como del estreno puede que haya destripes de argumento a partir de aquí, así que cada uno que haga con su vida lo que quiera.]

El primer pase nostálgico fue Face/Off, titulada Cara a Cara en España y Contracara en español latino, vaya usted a saber por qué. Como supongo que tendréis la misma curiosidad que yo a este respecto el eufemismo (y precisamente suena más guarro por serlo) que utiliza Castor Troy sobre su capacidad de "comer un melocotón toda la noche" en la versión doblada en España se convierte en "una perita", en la versión con subtítulos que vimos en este maratón se convertía en "un bombón" y en Contracara se conservó como "durazno". Quién sabe, como las palabras cambian de significado con el paso del tiempo no se puede descartar que más de uno se confunda ahora ya que el emoticono del peach, melocotón o durazno,

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